EL RUMOR

viernes, 7 de noviembre de 2008

Zapatero en la cumbre (Zapatero in the summit)


Parece ser que finalmente Francia cederá uno de los dos sillones que le corresponden en la próxima cumbre del 15 de noviembre (una por tener la presidencia de turno de la UE y otra por ser miembro del G-7).

La solución no es mala (y desde luego es mejor que otras que se habían barajado, en las que España hubiera tenido voz pero no voto, algo que puede sucederle a Holanda o a Polonia), pero tampoco es la más deseable. Independientemente de que España forme o no parte del G-7 o del G-20 su presencia es obligada. Aunque todos sabemos que eso de "refundar" el capitalismo es una frase grandilocuente, y que la cumbre de Washington no será sino el principio de una serie de reuniones, que de momento están lejos de parecerse a Bretton Woods (donde se crearon el FMI y el BM), desde luego que va a ser un encuentro de vital importancia en el devenir de las relaciones financieras internacionales. Si tenemos en cuenta la salud y la influencia del sistema financiero español en la actualidad, resultaba casi ridículo excluir a España, pues sin su concurso buena parte de los acuerdos encontrarían dificultades posteriores para llevarse a la práctica.

En este asunto, como en muchos otros, Zapatero ha vuelto a hacer gala de un optimismo desmedido y de una falta de prudencia que raya en lo temerario. Es de aplaudir su arrojo, y la obstinación con la que ha reclamado el lugar que a España le corresponde en el panorama internacional, pero debería ser más cuidadoso en las formas y en los discursos, porque un ridículo o un desliz suyo es un ridículo o un desliz que afecta a toda una nación.

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